Vida de guardia

Ya entrado en canas el guardia del edificio 233 era fiel a su trabajo. La edad lo tenía bastante acabado. Con tres asaltos encima, de los cuales dos fueron evitados era un gran aporte al edificio. Aun así muy pocos eran los que le agradecían. Eran pocos los que le saludaban o se acercaban a hablar con él. Una sola persona lo quería lo suficiente para hacerlo feliz, la señora del 205. Esta señora le llevaba comida, conversaba tardes enteras con él e incluso una que otra vez en invierno, cuando el frio o la lluvia azotaban con fuerza, lo invitaba a quedarse en su departamento. Pero la vida de este guardia era solitaria. Familiares al parecer no tenía. No había navidad ni cumpleaños que fuese visitado por algún pariente.

Pasó que este guardia murió en el patio lateral del edificio 233. La mañana del 15 de octubre de 2007 amaneció muerto sin vestigios de asesinato ni cosa parecida. Sucedió además que nadie se percató de su muerte hasta 2 días después, cuando ya expelía un olor desagradable. Nadie se dio cuenta de su desaparición ya que era habitual en él, a veces, desaparecer uno o dos días. Sucedió que casi nadie lloró su pérdida. Ningún policía llegó al lugar ni tampoco se hizo perito alguno para investigar lo que sucedió. Incluso fue enterrado a sólo unos metros del lecho de muerte por uno de los habitantes del edificio. La señora del 205 fue la única que fue a ver como lo enterraban en el patio. Lloro angustiada y le dejo flores despidiéndose de él. Ella fue quien realmente lamentó su perdida y es que siempre pensó que ese perro era la reencarnación de su esposo muerto en un supermercado por unos asaltantes cuando hacia su turno de guardia.

Fantaseando

Eran las 21:57. Salía a la hora de siempre. Siempre he encontrado extraña esta parte del centro de noche. Lleno de gente ebria, mujeres de piel oscura con ropas ligeras y tacones altos que resuenan en toda la calle. Uno que otro travesti. Una que otra familia todavía paseando por ahí. Y las luces. Esas miles de luces por aquí y por allá que marean, si bien son muchas ninguna pareciese iluminar como debería, y solo lo que se tiene son muchas luces tenues que molestan la vista. El típico olor a meado en las esquinas o en las puertas de locales cercanos. El viento lento y viciado que no mueve papel alguno. Creo que ese día mis sentidos estaban un poco más sensibles.

Pero ahí iba como siempre. Caminando escuchando un poco de música para amenizar el ambiente, con sigur ros en los oídos, o más bien dentro de la cabeza. Todo parecía ser una gran película, y la música la mejor banda sonora.

Como siempre baje los escalones de dos en dos saltando suavemente. Caminaba mirando a cada persona que se me cruzaba. Luego llegando al tren me acerque a los primeros vagones como de costumbre. Subí y me senté en el suelo. Miraba a cada persona. La mayoría de sus caras se veían cansadas, el entrecejo elevado y las comisuras de los labios hacia abajo. Un viejecito agarrado de un fierro iba durmiendo, y parecía muy cansado, pero un cansancio de vida. Una pareja se miraba y acariciaba, conversaban al oído y reían. Una mama con su hijo en brazos estaba con la mirada perdida en las luces del metro. Y otras personas por aquí y por allá estaban en lo mismo. Ese día el metro iba casi vacío. Por lo menos era yo el único que estaba sentado en el suelo habiendo asientos disponibles.

Ese día sucedió algo que nunca pude olvidar. El metro avanzaba para llegar a Baquedano, cuando una mujer que al parecer tenía mi edad estaba esperando el tren, tren que justamente paró frente a ella. Se subió con gracia y extrañamente se sentó muy cerca de mí. Yo que todavía escuchaba sigur ros mire hacia la puerta y cerré los ojos. Luego sentí que me miraban. Miro hacia mi lado y era ella, me estaba viendo. Hasta ese momento no me había dado cuenta que tan linda era. Seguía avanzando el metro cuando siento que me tiran del audífono sacándolo de mi oreja. Y una voz suave y tímida me dice –me gusta sigur ros- y comenzó a tararear la canción que escuchaba. La mire. No pude despegar la mirada de aquellos ojos que encontré. Sonreímos. Y solo nos besamos, larga y tiernamente. Llegué a Pedrero no se cómo y me baje atontando. Me quedé mirando como el tren se alejaba. Y regrese a mi casa. Con algo en el pecho.

Desde ese día siempre intento regresar a la misma hora, y me voy en el mismo lugar. Y ahora que lo pienso quizá esto nunca pasó, solo fantasee con ello. O quizá fue un sueño al quedarme dormido como siempre en el metro. Algo así no pasa.

Fantasía de un momento

Estaba sobre el pasto, el sol iluminaba con fuerza y se sentía cálido, muy agradable. Una suave brisa acariciaba cada parte de su cuerpo pasando por cada surco que la ropa formaba. A su alrededor las flores más exquisitas y bellas, y no solo una sino muchas a metros y metros, donde la vista ya no alcanzaba. Nubes como algodón sobrevolaban un cielo tan azulado que solo con mirar se sentía una presión en el pecho de emoción. Toda esta escena fue interrumpida cuando la persona que la imaginaba recibía una piedra del porte de una manzana justo en el centro de la nuca, aturdiéndola al instante. Sí, porque todo esto no era más que una ilusión. La persona que se sentía en ese lugar y que deseaba con toda su alma estarlo, estaba sentada sobre tierra, bajo un sol que ardía con fuerza y un aire viciado que hacia respirar con dificultad.

Antes de que esto sucediera la persona, mujer de 30 años, que estaba sobre el suelo era escupida y maldecida con violencia. En ese momento esta mujer recordaba toda su desafortunada y poco feliz vida. Recordaba 16 años atrás, cuando solo tenía 14, como un hombre 16 años mayor que ella, conocido de sus padres, llegaba a su casa para empezar todo un proceso inentendible para ella. Recordaba como este mismo hombre al poco tiempo se la llevaba y la alejaba casi de por vida de sus amados padres. Recordaba la vez en que salió de la casa del hombre que se la llevo para pasear un momento, y que esa vez fue la única y última que logro. Pensaba en los 16 años que tuvo que servir y complacer a este hombre que para ella no tenía nada de especial y no sentía nada de amor hacia él. Recordó como sufrió los primeros 3 años junto a él, donde prácticamente fue violada y obligada a cumplir con diferentes cosas. Los demás años que siguieron a estos 3 primeros, se resigno totalmente a esta vida, y mientras cumpliera con lo que el hombre deseaba nunca tuvo ningún problema. Recordaba con odio a sus padres que peculiarmente aceptaban este abuso. Recordaba como nadie pensó nunca en su felicidad, y que nunca se le pregunto qué es lo que quería. Recordaba las cosas que soñaba con hacer en su vida cuando solo tenía 14 y del como todo eso se derrumbo totalmente el dia en que este hombre llego a su vida. Recordaba la maldita forma en que perdió su virginidad. Recordaba el único momento de felicidad en su vida cuando sintió amor, amor verdadero, hacia un hombre que fue llevado a su casa. Este hombre era hermano de quien la tenía “secuestrada”. Recordaba aquella química y pasión que transmitían estos amantes. Recordaba como el haber besado esos hermosos labios que soñó por tantos días, meses, años la condenaron. Su hombre era muy celoso, además tenía a otra mujer con él. Mujer que era más cuidada que ella misma. Recordaba todo esto y más.

Y ahora estaba tirada en el suelo peor que un perro, con las ropas rasgadas. El hombre que se la llevo estaba delante de ella moviéndose como un león furioso. Maldecía, escupía, odiaba con toda el alma. Lo extraño era que no estaban solos, otros hombres estaban mirando esta escena. Fue en ese momento donde deseo morir y cerró los ojos para fantasear con algo mejor, la fantasía era lo único que no le fue arrebatado en toda su vida. Fue en ese momento cuando su hombre le lanzaba con furia una piedra. Fue la primera de una lluvia eterna y macabra que se dejo caer. La mujer murió y nadie detuvo lo sucedido, además ninguno fue buscado o detenido. Suena extraño quizás pero todavía en una pequeña parte de Irán el adulterio es castigado con la muerte a pedradas.