Era un día de esos normales, con el cielo nublado pero con viento tibio. Hay estaba, escuchando canciones de cuna cantadas por el archirrival del control remoto, el gran profesor sabelotodo. De momento vi como un perro se intentaba poner calcetines. Aunque no me fascinó la idea de que ese perro me estaba hablando.
Que dices ¿A sí. Claro! estábamos en el bosque que da a la escalera que llega al metro, el señor presidente me miro largamente y con mucho sentido pude decir - que bien se ve usted – en realidad me ignoro. No lo culpé, ya que se que los guacamayos inodoros de malacia siempre son de colores vistosos. Pero eso sucedió y me impacto, ahí estaba el escusado. Era culpable del asesinado de lady Morgan, y era seguro que el perro y sus calcetines eran parte de la conspiración anunaki. Me llamaron a dar declaración, jure que diría solo mentiras y comencé. -Todo empezaba una mañana de juliembre, a las 14 de la mañana y faltaban tres quesos para que llegara el cartero a entregarme las flores del jardín de doña juanita. Cuando después de tomar el metro y nadar en un submarino sobre la cabeza del papa vi como un perro con tres dientes de ajo intentaba comprar un boleto para ir a ver su grupo favorito en el cantón de reclutamiento más cercano. Luego apareció un barco - ¡si señores del congreso nacional! - vi como llegaba lady Morgan en barco, y no era de velas!!!. Era de sandias caladas del mismísimo pueblo de la gran mosca que me está molestando en este momento. Bueno siguiendo con la partida de póker, pude ver que ella se acerco al gran alce dentado con perlas de cebolla para comprarle tres kilos de la mejor y más fina arena de playa. Si!! Arena de playa, y lo peor es que eran tres kilos y sin colillas. Fue ahí cuando apareció este perro inmundo y sin ningún asco vi como le lanzo con su cola un montón de biblias del padre Karadima. Ellas, golpeándole ferozmente la cabeza a lady Morgan, dañaron con fuerza el riñón derecho del hipopótamo vecino mío, y cayó muerta. Me avergüenza decir que en este momento me estoy masturbando, pero les puedo decir con toda firmeza que los raros tarros de basura que de allá claman un poco de seda de algodón no tienen nada que ver con la elección del presidente. Termine de hablar. Luego se me acerco el abogado con su cara desfigurada, literalmente -Pereciera que lo han atropellado- Le pregunte. Y claro esa misma mañana una nube de vendedores de diario lo obligaron a comprar 33 diarios de La Cuarta, 33!!. Eso explicaba muy bien su desfiguración. Acercándose me dijo, -si usted fuera ciego, y que en realidad lo es, podría decirme cuantos años se debe viajar para llegar antes de almuerzo a la luna-. Estas frases me dejaron atónito. De súbito comencé a vomitar. Vomite como nunca antes, manchando a todos los del jurado. Ellos felices aplaudieron, algunos se emocionaron. Y por fin dijeron que ese perro era culpable. Me alegre. Por fin se terminaba este gobierno.